Hay días en los que el aire se siente distinto. El 1 de noviembre, por ejemplo, todo huele a algo que no sabemos nombrar: pan dulce, flores secas, cera tibia. Y de pronto, el silencio se vuelve ruido: como si alguien —que ya no está— hubiera vuelto a casa.
Creer que los muertos regresan no es cosa de fantasmas, es cosa del corazón. Es esa forma tan humana que tenemos de decir: “no quiero olvidarte”. Y aunque suene místico, también es pura psicología: recordar es sanar.
🕯️ Una tradición que late en loop
Antes de que existieran los altares con papel picado, los pueblos prehispánicos ya dejaban ofrendas para guiar el alma de sus muertos. Creían que ese día el tiempo se abría, como una puerta invisible entre mundos. Un glitch sagrado.
Hoy lo hacemos distinto, pero la intención es la misma: ponemos velas, fotos, comida, agua y canciones. Cada detalle es una pista, para que el alma puede seguir para encontrar el camino de vuelta.
💭 Ritual: el remix de la memoria
La ciencia dice que los rituales nos ayudan a procesar el duelo. La American Psychological Association explica que repetir actos simbólicos —como encender velas o preparar el platillo favorito de alguien— da estructura a lo intangible. En palabras simples: ayuda a que el caos del adiós no se nos desborde.
Y ahí está el truco: no se trata solo de recordar, sino de reprogramar la memoria. Cada altar es una forma de decirle al universo: “esto dolió, pero sigue siendo amor”.
🌙 No hay miedo, hay presencia
El Día de Muertos no se vive con miedo, se vive con cariño. Por eso hay risas entre fotos viejas, brindis frente a velas, playlists con boleros o rolas que solían sonar en casa. La muerte, en este contexto, no se ve como un final. Es más bien un interludio: un momento entre dos canciones.
El antropólogo Claudio Lomnitz lo dice mejor en Muerte y vida en el México contemporáneo:
“El Día de Muertos no es un culto a la muerte, sino una celebración de la continuidad entre los mundos.”
Y justo ahí está el punto: no se trata de temerle a la muerte, sino de bailarla con respeto.
💫 Creer también es una forma de amar
Quizá por eso seguimos montando altares cada año, aunque duelan. Porque creemos que la energía no desaparece, solo cambia de forma. Y aunque no haya pruebas, algo dentro vibra distinto cuando el cempasúchil florece.
Creer que nuestros muertos regresan no es una historia triste. Es un loop de amor que se niega a romperse. Una forma luminosa de decir que, mientras los recordemos, siguen aquí.
🧡 Es un loop de amor que se niega a romperse
Cada flor encendida es una señal. Cada aroma, una conexión. Cada altar, un acto de resistencia ante el olvido.
Y cada noviembre, el mundo entero se detiene un instante… para dejar que los muertos bailen entre nosotros otra vez.
